Puedo mirar en la arquitectura del edificio colonial las atormentadas miradas de las niñas que desvisten sus muñecas para reconocerse en el plástico porque no hay a dónde mirar la desnudes.
Colonia o este minucioso cultivo del pudor
Yo. Sobre un resto de noche que no sabe donde alojar su vestido. Y no sé qué pensar de lo bello. Porque acostumbré a lo bello a quererse con lo triste. Como una madre acostumbra a dos hermanos a darse la mano. La nostalgia es un bajel de mimbre que reposa en los densos caminos de la sangre.
La mano mutilada de un hombre cuelga de una rama. Mutilado-Enramado-LA MANO. Como un arete de tumba deshojada LA MANO. Honorable brazo de válvulas que quedó varado en la calle 18. Y entonces reconozco de donde viene el pudor. De donde vienen los ojos desdeñados. El miedo instantáneo. El sucedáneo de risas. La bocanada nerviosa. La garganta entrometida en el vacío.
Es la sensación de no tener parentesco con el mundo. De observarse fuera-afuera. Y entonces las personas son como los andenes Atraviesan las ciudades y el adentro no está ventado. Esperan encontrarse en algún sitio Sin saber que pertenecen al medio.