Todo parece una amenaza a estas horas de la noche. Yo no siempre fui así, la ciudad es un lugar peligroso que debe enfrentarse y soportar, es un “generador de actitudes”, en mi inocencia he llegado a pensar que nadie es realmente malvado, sino que son las circunstancias las que nos hacen como nos hacen. Es por eso que he adoptado cierta “personalidad”, a veces, durante las mañanas, puedo estar muy fatigado sobre los altos techos de zinc, en los cuales cala el frío, pero no por ello dejo de estar pendiente de los espasmos de la ciudad, pues si se me cruza un extraño no dudaré en mostrar los dientes. He visto como esos simios lampiños encierran a muchos de nosotros y los hacen desaparecer, a algunos incluso los han golpeado hasta la muerte… Tengo excusas suficientes para no dormir nutrido de relajo, hoy, en esta ciudad, es muy difícil confiar en alguien. Hay que estar alerta…

Los animales de los que hablo pueden ser de un ánimo impredecible y cambiante (Digo animales pero en realidad no sabría muy bien como definirlos) Si estoy hambriento y cabizbajo uno de ellos puede acercárseme y darme algo de comer, sin embargo, y a solo segundos de eso, el amable se da la vuelta olvidándose de mi.

He aprendido a no establecer relaciones personales, es mejor recibir el gesto, no hacerse ilusiones, y decir adiós. Esperar algo más es destinarse al sufrimiento. La experiencia te lleva a tomar estas actitudes.

Algunos de nosotros siguen mendigando, exponiéndose a seguirlos hasta sus casas en donde los esperan afuera de las puertas hasta altas horas de la madrugada. Otros solo buscan compañía, como dije, en esta ciudad es muy difícil confiar en alguien. Muchos dirán que se trata de un comportamiento antisocial, y pueden estar en lo correcto, pero yo lo he asociado mas con el miedo. Tal vez es cierto que el miedo puede volverte antisocial. El miedo hace que uno haga cosas absurdas. Alejar a cada animal extraño y amenazador que tenga un carácter pasivo suele ser parte de ese ritual antisocial. Mantener a todos lejos es mejor. Esos animales espeluznantes pueden hacer sacar lo peor de mi. Son de gran tamaño y ruidoso ladrido, sin pelo, tienen cuatro piernas redondas de aspecto extraño que giran sobre si mismas en el asfalto, y dos ojos brillantes que muchas veces pueden dejarte ciego. Pero son cobardes y si te les enfrentas, entonces huyen. Es importante recalcar que el poder de un animal no está en su tamaño ni en lo estridente de su ladrido, sino en su actitud, y a esos monstruos grandes hay que mantenerlos lejos, nunca se sabe cuando pueden perder el control.

Es cierto…Debo confesarlo. Algunas veces yo suelo ser el que pierde el control, no es que piense que todo el mundo quiere hacerme daño, pero algunas veces, sobre todo los días difíciles, cuesta ver con claridad.

Hace unas semanas ataqué a un niño pequeño. Antes de ser juzgado debo recalcar para quienes no han habitado cerca de las cloacas de la ciudad, que en este lugar hostil uno nunca sabe a lo que se enfrenta. Aquí no importan los rostros y las miradas amables, he visto a esos corazones volverse oscuros mas rápido que la noche. Cuesta tomar la decisión de si alguien es inocente o un peligro. Él se acerco muy lento y eso instala una tensión, una percepción sospechosa, cualquiera de nosotros pudo haber confundido la situación con una amenaza y en momentos como ese no cabe un pensamiento, hay que reaccionar rápido, la calle es así. Es por eso que mostré los dientes y enseguida me defendí. Cuando sentí los gritos y la conmoción venir, me di cuenta que algo estaba mal y huí del lugar lo mas rápido que pude. A veces pienso que las cosas no deberían ser de esta manera, luego pienso ¿Cuáles son mis opciones?...

El instinto te manipula para sobrevivir. Claro que, si el instinto pudiera darme sus razones todo seria mas fácil de entender, estaría mas a salvo de todo este remordimiento. La vida, desde luego que debe ser algo muy valioso como para reaccionar así, sin pensar.

En fin, situaciones como éstas me hacen pensar que, cuando eres un sobreviviente, como yo, y te limitas a “sobrevivir”, Perdiendo los matices de la vida… Uno puede tomar decisiones repentinas que no están movilizadas por quienes somos realmente, o por un juicio que defina nuestra propia forma de ver las cosas, sino que están movilizadas por el deseo inconsciente de seguir siendo alguien en esta tierra y no desaparecer. Por alguna razón no desaparecer es importante.


Fin.