Estoy un país lejano, metido dentro de una piscina azul. Me miro los dedos de las manos, arrugados como diez pasas, como las manos de los viejos, y me invade terrible temor de arrugarme entero y volverme anciano. Asomo mi cabeza al borde de la baldosa que limita con el suelo, es una baldosa áspera, como la lengua de los gatos. Me apoyo con mis dos manos en ella, esperando que el sol toque mis dedos, mientras asomo mi mirada y mi frente a la baldosa, en la cual caminan las hormigas, aquellas frágiles y trabajadoras están también aquí. Las miro con curiosidad, intentando comprender en qué momento me volví yo tan gigante, pudiendo decidir entre la vida y la muerte con mi dedo pulgar que además es muy pequeño.
A los nueve años se piensa en muchas cosas, es mentira que los niños no tienen sus propias reflexiones. Las tienen todo el tiempo. Se piensa en todo, pero no en la muerte, esas son cosas en las que no hay que pensar… La hormiga se mueve inquieta, como buscándose a sí misma, mientras mis ojos de gigante detectan sus movimientos con un oscilar planetario. La hormiga se acerca a mi mano, pero no me toca, me ignora, pero no me teme, simplemente no le intereso… La veo beber agua. De pronto comienzo a pensar que soy yo muy pequeño y se me deshace el gigante, no sé, veo a la hormiga y pienso eso, ella es grande en su especie, no sé por qué las vemos tan pequeñas. Creo que todo depende desde donde estés viendo las cosas, y las personas en general, siempre se ponen autorreferenciales, viendo las cosas desde su lugar físico, es extraño –pienso– porque no somos seres físicos netamente –pienso– el físico es la funcionalidad –pienso de nuevo… Entonces me viene una ansiedad terrible, se abre dentro de mí como un tapón se abre al agua de una bañera que cesa y causa remolinos, la necesidad imperiosa por entender las cosas.
Me escapo de mirar tanto a la hormiga y comienzo a sacudir mis brazos bajo el agua azul, que no es azul, sino blanca, y azulada la veo teñida por los mosaicos que están al fondo de ella… Pienso en su agua, esa agua densa, cálida, y de sensación “agua” únicamente. Me llama la atención. Quisiera saber de donde apareció, tal como aparecí yo con mis dalias… A un lado de la piscina, acostado en una silla de reposo, hay un hombre que mueve ligeramente su pierna, necesidad del cuerpo, se mueve solamente… Al mismo tiempo se pega manotazos en la cara, y no lo puedo ver a esta distancia, pero de seguro son los mosquitos que se le paran en la cara, y él con su instinto de pequeño gigante decide deshacerse de ellos… Es blanco, le pide al sol el favor de tostarle la piel. El sol es generoso y siempre tiene calor para nosotros. Ojalá no se ponga igual de ansioso que yo. Me gustaría saber quién es él, también pienso en el salvavidas que se encuentra en una sombra leyendo un libro, qué libro lee…qué piensa de lo que lee… ¿Lee y piensa?... ¿O sólo lee?… Me doy cuenta que los niños tenemos una necesidad imperiosa por aprender. No es que quiera saber todas las verdades, los científicos intentan eso, yo sólo tengo la necesidad de adquirir conocimiento de todo tipo... Todo niño tiene esa necesidad. Sería bueno que todos se dieran cuenta.
En el colegio nos estropean esa naturaleza con los números. Siempre he odiado los números. No es culpa de ellos, quizás son útiles. Pero nos los enseñan mal. Nos los enseñan con competencias. Muy ligados a las oportunidades materiales y a la superioridad. Fui perdiendo mi placer por aprender cuando me decían que tenía que ser mejor que todas las especies, incluyendo la mía. Las hormigas no son mejores entre una y otra. Solo son hormigas. Las veo transitar con armonía, poniéndose de acuerdo la una con la otra. Eso no te lo enseñan en el colegio, y creo que por consecuencia nos estropearnos en el camino, dejamos de querer aprender, es ahí cuando dejamos de ser niños. Pienso en esto y me vuelvo más pequeño, la hormiga parece de pronto un gigante…
Doy vueltas en la piscina pensando en estas cosas, en el pájaro que silva desde su árbol, y de lo lejos que estoy de casa y sus pájaros… Pero veo a mi alrededor y son los mismos pájaros. Son los mismos árboles. El cielo es azul también, el sol quema, y a la gente le gusta broncearse… Me hace pensar que todo es tan pequeño… Pienso en mi parte favorita del cuerpo, los pies y la nuca. La gente es muy ingrata con estas dos partes que siempre van por detrás o a ocultas. Pienso en lo que hacen las personas mientras yo pienso, quién piensa en algo parecido, pienso que estoy pensando y me pienso a mí mismo, me veo en el reflejo del agua, pero borroso, diluyéndome, como una pintura al óleo… Pienso que no usé la regadera al momento de meterme, y el salvavidas no me dijo nada, eso ya fue pasado, pero lo estoy pensando ahora… Y pienso que cuando salga, se me va a pegar a la piel el traje de baño y hará mucho frío, mientras tanto, aquel hombre seguirá pegándose manotazos en la cara, yo seguiré pensando en otras cosas, y la hormiga seguirá caminando en busca de lo suyo. Solo espero no pisarla cuando vaya por mi toalla, pues el descuido es también una característica humana.
Fin.