Había pensado que todo era mentira. Que no se trataba de nada real y que a cambio, era una alucinación. Fue cuando vi pasar a la rata. La rata que predijo el miedo en mí. Es que a veces los miedos esbozan formas extrañas, a veces los podemos ver en la caracterización familiar de nuestros padres. A veces y en otros casos mas comunes, en insectos de ocho y cuatro patas, y aveces, pero no tantas veces como debiese ser, encontramos los miedos materializados en formas "bellas", como por ejemplo el logo de Apple o en la personificación de Ronald McDonald. Yo, por mi parte, como dije, tenía mi miedo materializado en forma de rata. Y es que si veo a una tampoco arranco. Me quedo paralizado. Así (…) Como tres puntos suspensivos.
Y en algunos casos los sucesos de la vida adquieren carácter de premonición (o de puntos suspensivos). Uno tiene que saber a donde poner el ojo. Poner el ojo en el lugar indicado puede determinar gran parte de nuestro éxito en la vida. (Cuando hablo del éxito hablo de un resultado feliz, cualquiera sea el que sea, no necesariamente de una acción emprendedora.) Y es que tenemos que empezar a ver el mundo de manera diferente, comenzar a entender las metáforas y los espacios abstractos entre nosotros , e ahí la dificultad…
Pero la metáfora de la rata era clara. Y parte más o menos así: Estaba en una tarde de Diciembre acostado en mi habitación cuando apareció de manera fugaz moviéndose entre mi ropa. Creí haberlo imaginado. Era pequeña y creí que era parte de una construcción emocional producto de mi tormentosa mente. Pensé que últimamente sintió presencias obscuras y que quizás, nuevamente, mi paranoia me estaba jugando una mala pasada. Pero la paranoia es una condición humana de auto-defensa, hay que saber quienes la padecen como una enfermedad obsesiva, y quienes la utilizan como un medio de protección calculado. Encontrar el termino medio siempre será difícil, sin embargo es bueno abrirse a la reflexión. (Reflexionar siempre será un acto tremendamente positivo. Estudiar las cosas y aprenderlas fuera de los alcances matemáticos).
Luego de verla pasar y entrar en pánico, huí de mi espacio íntimo. Rápidamente pedí ayuda para inspeccionar, pero nada… No había rastro alguno de la presencia roedora. “No hay roedores” dije yo, con seguridad. Sin embargo lo que yo había sentido, mi miedo, había sido real (Cómo ignorar eso…) Es por eso que decidí cambiarme de habitación. Mi habitación actual tenía su entrada desde la cocina, ahora mi apetito debía sufrir la espera de la distancia, pero era algo que yo podía aguantar.
Así pasaron las semanas y mientras yo estaba convencido de que todo se había tratado de una alucinación, fui siendo victima de ese miedo constante, de ese miedo que se impregnó en mí como una expectativa ansiosa. Como un oculto espionaje. Yo ya no era yo. Era el miedo. Era esos tres puntos suspensivos. Era la rata tatuada en mi polera nueva. Era la rata en los cerros cuando iba por una cerveza. Era la rata dando vueltas por mi espacio emocional. Y pronto comencé a perder de vista las metáforas, comencé a perder de vista mi ojo. Mi ojo quedó fuera de mi como si mi cuerpo estaba solo, vulnerable a la interacción de cualquiera. Comenzó la rata a ser parte de todo.
Es curioso. Hoy antes de despertar soñé que iba a alquilar una habitación y que a pesar de que la habitación se veía espaciosa, no cerraba el negocio, ya que una pequeña rata, tan pequeña como la que vi esas ves, se encontraban viviendo en el lugar. Y lo repito, es curioso. Porque hoy desperté entre los gritos de mi familia que se vieron impresionados por una gran rata gorda que permanecía viviendo en el horno (Similares eran sus gritos a los de la familia de Gregorio Samsa). La rata se comía nuestra comida y robaba nuestras cosas. Vivía con nosotros y nadie la había visto. Fue como encontrar un mal augurio. Y yo que había pensado que todo era mentira. Que todo se trataba de mi imaginación. Que la rata que vi nunca había existido, pero no, sólo había encontrado el lugar ideal para quedarse, a pasos de mi antigua habitación.
Aleta.